El alcalde José Luis Sanz presidirá el acto que recuerda el antiguo nombre de la calle Rodríguez Marín, vinculada a la Hermandad del Calvario

El próximo jueves 23 de enero, a las 12:30 horas, el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, presidirá la inauguración de una placa en la calle Rodríguez Marín, que a partir de ahora recordará su antiguo nombre: «Calle de los Mulatos». Esta iniciativa se ha materializado gracias a la solicitud de la Hermandad del Calvario, respaldada por la comisión de patrimonio de la Gerencia de Urbanismo, que otorgó la licencia para la instalación de la placa conmemorativa.
La calle Rodríguez Marín, que durante más de tres siglos fue conocida como «Calle de los Mulatos», guarda un vínculo histórico con la Hermandad del Calvario. Esta corporación penitencial, cuyo origen se remonta a la antigua Hermandad de los Mulatos, se fundó en 1571 en el Hospital de Nuestra Señora de Belén, aunque más tarde se trasladó a la Parroquia de San Ildefonso, donde estableció su sede definitiva. La hermandad surgió como respuesta a las condiciones sociales, económicas y raciales que enfrentaba la comunidad de mulatos en Sevilla, un grupo conformado por esclavos y libres de origen africano que se concentraba en el barrio de San Ildefonso.
A lo largo de su historia, la Hermandad de los Mulatos fue una institución cerrada, que solo integraba a miembros de esta comunidad, y que enfrentó importantes dificultades económicas. No obstante, alcanzó su época de esplendor en el siglo XVI, cuando logró construir su capilla en 1585, contigua a la Iglesia Parroquial de San Ildefonso. Durante este periodo, la cofradía se distinguió por su carácter penitencial y por su devoción a la Virgen de la Presentación y el Ecce Homo. A finales del siglo XVII, sumó un tercer paso en su procesión: una imagen del Crucificado, que llegó a ser su principal devoción.
Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVII, la hermandad experimentó una notable decadencia debido a la crisis económica de la ciudad, la disminución de la población mulata y el traslado del tráfico comercial a Cádiz. A lo largo del siglo XVIII, la hermandad vio reducirse drásticamente su número de miembros, mientras que la deuda con la parroquia crecía, lo que contribuyó a su progresivo deterioro. Finalmente, con el derribo de la Iglesia de San Ildefonso en 1794, la hermandad desapareció, al igual que la minoría étnica que la fundó.
La instalación de esta placa conmemorativa busca resaltar la importancia histórica de una comunidad que desempeñó un papel relevante en la Sevilla de los siglos XVI y XVII, y que, a través de su hermandad, dejó una huella perdurable en la ciudad.