Crisis en la Hermandad pone en peligro la organización de los cultos y la estación de penitencia del Miércoles Santo

La hermandad de los Panaderos atraviesa una grave crisis tras la dimisión en bloque de su junta de gobierno, lo que deja en el aire la organización de los cultos y la estación de penitencia del próximo Miércoles Santo, a tan solo semanas de la llegada de la Cuaresma y la Semana Santa. La incertidumbre sobre el futuro de la corporación complica la planificación de los actos litúrgicos y organizativos que deben celebrarse en los próximos días.
Con la hermandad sin junta de gobierno y su actividad cesada, la autoridad eclesiástica se ve obligada a tomar decisiones con urgencia. En la primera semana de Cuaresma se celebrará el quinario, seguida de la tradicional jornada de besamanos al Señor, y el Miércoles Santo se llevará a cabo la estación de penitencia. Además, la hermandad se enfrenta a la necesidad de convocar un cabildo de cuentas, suspendido horas antes de que se conociera la dimisión de toda la junta.
El Arzobispado ha recibido la documentación sobre las dimisiones presentadas y, ante la situación, está buscando personas para liderar un comisionado dentro de la hermandad, con el objetivo de restaurar la estabilidad necesaria para que la corporación pueda continuar con su vida cotidiana y sus compromisos litúrgicos. La cercanía de la Semana Santa hace aún más urgente la resolución de este conflicto.
Situaciones similares en otras hermandades
Aunque hacía tiempo que no se veía un comisionado en una hermandad sevillana, esta situación refleja una tradición histórica de intervención externa en tiempos de crisis, un proceso que, aunque complejo, ha sido parte del devenir de las cofradías en diversas ocasiones.
En Sevilla un caso destacado fue el de la hermandad de Jesús Despojado. En 1942, un incidente durante la estación de penitencia llevó a la destitución de la junta de gobierno y a la intervención del delegado de las hermandades de la época, lo que dejó a la corporación en un estado de desorganización. La intervención no fue aislada, ya que muchas otras hermandades pasaron por crisis similares, algunas de las cuales se resolvieron con sanciones o apercibimientos, sin llegar a la extinción canónica. Jesús Despojado estuvo al borde de la desaparición, pero en 1955, tras un intento fallido de reorganización, las imágenes fueron trasladadas a la iglesia de San Julián. Este proceso, junto con la restauración de la Virgen de los Dolores y Misericordia, permitió la reactivación del culto y la vida de la hermandad, que finalmente resurgió. En 1972, se trasladaron a San Bartolomé y en 1975 volvieron a hacer estación de penitencia.
La hermandad de Valme fue la última en cesar su actividad en 2006, suspendida como corporación. Esta situación se originó a finales de los años noventa, cuando la talla del Señor pasó por un proceso de restauración que provocó la intervención de un comisionado, lo que paralizó varios proyectos y actividades. Posteriormente, surgieron conflictos con el párroco, lo que llevó a la hermandad a dejar de realizar su estación de penitencia y cesar su actividad hasta su suspensión definitiva en 2006.
En la hermandad de la Candelaria, la intervención fue provocada por conflictos internos, lo que llevó a la designación de una junta rectora entre 2000 y 2004, para garantizar la estabilidad. Sin embargo, las desavenencias internas condujeron a nuevas convocatorias de elecciones en 2006.
Además, otras hermandades como San Esteban, el Dulce Nombre, las Siete Palabras y Montesión han pasado por intervenciones similares debido a problemas internos, como divisiones, falta de consenso o dificultades para convocar elecciones, lo que llevó a la designación de comisionados para asegurar su continuidad y estabilidad.
Este tipo de intervenciones, aunque no comunes, han sido una respuesta eclesiástica a situaciones que amenazan la vida y el funcionamiento de las hermandades, reflejando la importancia de mantener la estabilidad dentro de las corporaciones.