La Hermandad del Calvario ha anunciado que la dolorosa de la corporación se encuentra en perfecto estado de conservación.

La Hermandad del Calvario ha hecho público el dictamen de las pruebas diagnósticas realizadas a Nuestra Señora de la Presentación el pasado septiembre, y el resultado es inmejorable: la imagen goza de un «óptimo estado de conservación».
El restaurador José Joaquín Fijo León ha sido el encargado de dirigir este «chequeo», que certifica que la talla no tiene alteraciones estructurales graves ni daños que comprometan su integridad. En resumen, la icónica dolorosa de la noche del Jueves Santo tiene su estabilidad material y estética asegurada.
Aunque no haya un contrato de la época que lo demuestre, los expertos siguen atribuyendo a Juan de Astorga esta dolorosa de candelero para vestir, ejecutada supuestamente entre 1834 y 1839. Estamos ante una pieza clave para entender la imaginería sevillana del XIX.
- Estilo: La Virgen es un ejemplo perfecto del academicismo de Astorga, mezclando la idealización romántica con la sobriedad neoclásica.
- Emoción: Su rostro, sereno y de aspecto aniñado, no recurre al drama exagerado. Transmite un dolor contenido y espiritual, la seña de identidad del maestro.
La talla mantiene «notables semejanzas» con otras creaciones del escultor, como la Virgen de las Angustias (Estudiantes) y la Esperanza Trinitaria, lo que refuerza la tesis de la autoría.
Los estudios también confirman que la imagen mariana fue concebida junto a la de San Juan Evangelista del Calvario. Comparten altura y estilo, evidenciando que nacieron para formar un mismo conjunto iconográfico, situados desde mediados del siglo XIX a los pies del Santísimo Cristo del Calvario. Esta unión se mantuvo cuando en 1888 se formó el antiguo paso de misterio.
La advocación, “Nuestra Señora de la Presentación”, aunque ligada históricamente a la Presentación de la Virgen niña, se interpreta también como una referencia a la profecía de Simeón a Jesús en el Templo: «una espada atravesará tu pecho». Un simbolismo del sufrimiento mariano que esta talla personifica con una «singular belleza».
La última restauración, a cargo de José Rodríguez Rivero-Carrera en 1988, garantizó su supervivencia, y ahora, los nuevos diagnósticos confirman que la salud de esta joya decimonónica es envidiable.