Hola amig@s! ¿Qué tal? Ha sido un año realmente intenso, pero creo que ya va siendo hora de marcharme unas semanitas de vacaciones. ¿Hacemos balance?

Resulta complicado, casi imposible, hacer balance de un año en el que tantas cosas han sucedido. Lo que está claro es que ha sido el año de volver a sonreír, de volver a disfrutar, de la vuelta a la normalidad.
Desde que la Pastora de Santa Marina diese el paso y se convirtiese en la primera, han sido muchísimas las procesiones, tanto ordinarias como extraordinarias que se han ido sucediendo para devolvernos a la normalidad.
El Señor del Gran Poder presidió una Santa Misión de sobresaliente y nuestras Glorias volvieron a dar ejemplo de fe viva y humildad. Todo ello a pesar de que muchas se quedasen sin procesionar por falta de fondos económicos y debido al desinterés de muchos que miraban para otro lado sin importarles sus problemas.
El año ha ido avanzando como se esperaba. Llegó una Semana Santa tras dos años de pandemia y la situación no cambió en absoluto. Seguíamos con el mismo problema de la Carrera Oficial, mantuvimos las jornadas problemáticas como el Martes Santo o la Madrugá y siguieron escuchándose casos escandalosos en elecciones y juntas de gobierno. El Valle seguía con su polémica de transparencia económica.
Pensábamos que íbamos a salir de todo esto siendo mejores personas, que la pandemia nos iba a cambiar a todos. Pero se ha demostrado que no solo se ha dado esa circunstancia, sino que algunos han empeorado aún más si cabe.
Lo que se ha visto en las elecciones del Consejo ha sido realmente decepcionante. Los candidatos echándose «mierdas» públicamente el uno al otro. Y luego, tras la victoria en las urnas de la candidatura actual, pudimos ver cómo todo se disolvía y se resquebrajaba al perder la confianza de algunos de sus miembros. Las elecciones cada vez más politizadas y los valores por los suelos.
Y el tema del Santo Entierro Grande vuelve a demostrar un egoísmo y una falta de conciliación entre las hermandades. No puede ser que lejos de buscar una evolución de nuestras cofradías, y de lo que éstas aportan en la ciudad, pongamos el punto de mira en que somos hermandades del Sábado Santo y que se nos va a perjudicar. Lo cual demuestra una falta de solidaridad y una falta de interés por intentar buscar la armonía entre todas las partes.
No sé qué será del Santo Entierro Grande, porque hasta el Gran Poder se han desmarcado del mismo, pero esperemos que no acabe siendo un fracaso en el que no se consiga el efecto deseado. Porque recalco que lo que necesita la ciudad es una Magna Mariana en cualquier época del año, pero si se produce un evento de estas características, qué menos que respaldarlo en todos los sentidos.
Yo hago como los señores de San Gregorio. Me marcho de vacaciones. No comeré gambas, ya que el presupuesto no me da para tanto, me conformaré con unos Chetos, pero al menos cuando vuelva lo haré con las ideas renovadas y con ganas de cambiar, aunque sea a través de la palabra un poco el panorama cofrade. ¡Feliz verano, señores «rancios»!